martes, 11 de diciembre de 2012

EL JUEGO EN EL NIÑO


En el adulto el juego implica distracción, entretenimiento, descanso, alivio y distensión; un tomar distancia de sus preocupaciones y ocupaciones; un "perder el tiempo" de sus obligaciones de adulto para "ganarlo" en placer en tanto que es persona. Para el niño, en cambio, el juego es una función básica, un comportamiento totalizador que compromete sus percepciones, su sensitividad, su motricidad, su inteligencia, su afectividad y su comunicación; no es un simple pasatiempo ni una distracción pasajera; mucho menos aún, una "pérdida de tiempo porque sí"...como muchas veces creen y manifiestan los padres.
 
Al niño le hace falta jugar, solo o con otros, con o sin juguetes... pero JUGAR. Para él, el juego tiene una doble función: por un lado de aprendizaje y, por otro, terapéutica. Mediante el juego el niño aprende a conocer el mundo de los objetos, a sí mismo y a los demás. Al principio es individualista y, más tarde, se transforma en aprendizaje de la convivencia y la sociabilidad, preparándolo para la vida en comunidad. A través del juego el niño se pone a prueba a sí mismo, a sus facultades y capacidades en desarrollo, ejercitándose permanentemente en el riesgo implícito de nuevas experiencias. Es en el juego donde el niño se siente omnipotente, ya que por medio de él puede conquistar su autonomía, construyendo un mundo del que es el soberano. 
 
Por medio del juego el niño expresa sus necesidades y deseos; revela quejas, temores y estados de ánimo que no puede comunicar a los demás directamente; descarga ansiedades y tensiones que no le resultan posibles de exteriorizar de otro modo; maneja y controla situaciones negativas y dolorosas que ha sufrido en silencio y sin poder defenderse, transformándose en sujeto activo de hechos que ha vivido pasivamente; metaboliza acontecimientos cotidianos difíciles de aceptar y asimilar; y elabora situaciones y experiencias traumáticas.
 
El niño necesita jugar para aprender. Pero así como aprende jugando, también tiene que aprender a jugar... Y es el adulto quien debe hacérselo posible, enseñándole tanto a ganar como a perder en el juego, preparándose para trasladar y aplicar este aprendizaje a la vida cotidiana. Es muy común que el adulto, amparado en expresiones tales como -"pobrecito, es tan chiquito...¿cómo lo voy a hacer perder?..."- engañe al niño haciéndole creer que es capaz y puede ganar siempre, alimentándole de ese modo una falsa omnipotencia que finalmente le traerá incalculables trastornos en su vida individual y social cada vez que le toque perder, realmente.
 
No caben dudas de que el juego es una actividad básica y primordial para el desarrollo del niño; por tanto, las actitudes y comportamientos de los padres y demás familiares ante el juego, los juguetes y el jugar del niño imprimirán huellas imborrables en su personalidad en formación. Por esto, en todo momento y ante cualquier circunstancia, es NECESARIO recordar y tener presente que la salud física, mental y emocional de todo niño depende del marco dentro del cual los padres le permitan crecer. (Mg. Alejandra Canavesio - Psicopedagoga)
 
Escrito por JOSY YACTAYO