Justamente,
sobre la relevancia del tema, nos aporta Alejandro Celis, que recordemos, no
olvidemos, que el término "asunto o gestalt inconclusa" fue
acuñado, en su acepción psicoterapéutica, por Fritz Perls, principal exponente
de la Terapia Gestáltica. El tema, a juicio del autor y debido a su importancia
en la salud y bienestar psicológicos, merece un nuevo examen y reformulación.
Se examina el concepto en forma universal -sin hacer distinciones entre las
perspectivas de terapeuta o de paciente-, la forma en que se generan los
asuntos inconclusos, las vivencias que implican, las formas de detectar su
presencia y sus efectos.
Por lo
que a mi criterio podría hacerse frente a esas situaciones teniendo como
consigna:“sueña como si
fueras a vivir eternamente y vive como si fueras a morir hoy”
El tema
de los asuntos inconclusos o gestalts inconclusas ha recibido, para sorpresa,
escasa atención en la literatura posterior a Fritz Perls (1951, 1976). Es
significativo e impactante el contraste que existe entre tener un sentimiento o
impulso "atragantado" y el atreverse a darle curso, a expresarlo.
Pero, ¿qué son las situaciones inconclusas? Veámoslo a través de un ejemplo:
imaginemos que ayer vivimos una situación en que, después de mucho tiempo sin
vernos, nos encontramos con un viejo conocido: dicho encuentro, sin embargo,
resultó sorpresivo y en circunstancias quizás poco propicias. Todo lo que
logramos expresarle son lugares comunes y las formalidades habituales. Luego,
después de separarnos de esta persona, nos surge una incómoda sensación respecto
a lo que no le expresamos, debido a la sorpresa o al temor respecto a cómo
seríamos recibidos, etc. Es posible que durante el resto del día mantengamos
"diálogos internos" con esa persona, en los cuales le expresamos lo
que no fue dicho: quizás, todo lo que lo hemos extrañado, lo importante que es
para nosotros, nuestro deseo de renovar nuestra amistad, etcétera. Cierta
cantidad de energía inexpresada quedó atascada en nuestros músculos, en nuestra
voz. Esa situación, entonces, puede haber quedado inconclusa. Surgió un
impulso, se generó una energía que no fue dedicada a su propósito original:
-expresar nuestros sentimientos- sino que se acumuló en nuestro cuerpo,
generando tensiones físicas, emocionales y mentales. Es asunto conocido que, al
crecer, nos insensibilizamos en mayor o menor grado, producto del
condicionamiento y de nuestras defensas. Es muy probable, por ejemplo, que en
la actualidad se nos presenten personas, prácticamente desconocidas, a las que
quisiéramos acercarnos; la mayoría de las veces no lo hacemos, y hasta nos las
arreglamos para restarle importancia a lo que sentimos. No sentiremos las cosas
con igual intensidad como cuando fuimos niños, pero la situación de
"incompletitud" igual existirá, aunque no seamos conscientes de ella.
Y, como señalan Perls, Hefferline y Goodman (1951), es una tendencia básica del
organismo completar cualquier situación o transacción que para él haya quedado
incompleta.
Se
señala además, que es el caso de los amores que no se dejan ir y que
constantemente se buscan en la distancia, así sea para saber cómo está su vida
con otra... además como desde este malestar se siente y se tiene la necesidad
de expresar dolor, rabia, resentimiento y frustración... se busca por todos los
medios crear indisposición y hacer daño, sin darse cuenta que el verdadero daño
se produce a sí mismo cuando evidencia que su existencia poco o nada le importa
a ese otro que si se permitió seguir su vida y dejar fluir el río que no
volverá a correr bajo el mismo puente.
Cuando
las personas no actúan adecuadamente para hacer un cierre, cuando no pueden
olvidar las acciones que han ocurrido en el pasado, o cuando no aceptan las
situaciones como son, entonces son incapaces de funcionar de forma sana y
enérgica. Algunas veces la tensión que mantiene el asunto inconcluso está
encubierta, es decir, que está protegida por mecanismos de defensa que bloquean
la conciencia de la situación real, de tal forma que la naturaleza misma de la
tensión se enmascara, sin embargo, otras veces la tensión encuentra su
expresión en el cuerpo produciendo trastornos psicosomáticos como son las
úlceras, los dolores de cabeza, el dolor de espalda, la artritis, asma, etc.
Celis
en su interesante escrito sobre el tema UNA NUEVA MIRADA AL ASUNTO DE LOS
ASUNTOS INCONCLUSOS , nos hace referencia de cómo saber si tenemos
asuntos inconclusos de importancia, para ello señala algunos ejemplos: (a)
Tenemos fantasías persistentes respecto a personas o situaciones que vivimos en
el pasado; (b) Mantenemos "diálogos internos" con otras personas, no
presentes; (c) Tenemos sueños en que volvemos a vivir alguna situación; (d)
Sentimos rencor, melancolía o depresión con respecto a la forma como se dio
algún hecho del pasado; (e) Nos cruzamos con una persona y, en vez de sentirnos
relajados con cualquier sentimiento que ésta nos inspire -aunque fuera
negativo- experimentamos una verdadera "nube", una confusa mezcla de
incomodidad, tensión y sensación de "tener algo pendiente" con ella;
(f) Nuestro cuerpo -el más fino "sensor" de lo que nos pasa - tiene
una sensación de incomodidad o inquietud al ver o al recordar a alguien; (g)
Estamos participando en una situación, pero con la cabeza en otra parte. (h)
Perls, Hefferline y Goodman (1951, pág 500) dan, también como ejemplos de
índices de la presencia de asuntos inconclusos, el insomnio y el aburrimiento.
En
definitiva, por su puesto se debe estar atento ante los efectos que
se suscitan de los asuntos inconclusos y como nos los señala Celis, lo
que es muy cierto, ello nos quita energía. Nos mantiene en la melancolía, en la
indefinición y el des compromiso con aquello con lo que estamos enfrentados. Es
central para que el momento sea vivido con plenitud y le sea extraído el máximo
provecho, el que la persona haya logrado desconectarse internamente de sus
otros compromisos, actividades y preocupaciones. "Desconectarse"
implica estar presente en la situación y momentos actuales, y no dejarnos
llevar por pensamientos que nos arrastren al pasado o al futuro. Si nos dejamos
arrastrar, tendremos otra preocupación más: no aprovechamos este momento como
debíamos y tendremos que completarlo en otra ocasión - lo que es ya dudoso, si
nuestros hábitos son no estar presentes en lo que hacemos - Relacionado con
esto se halla una segunda consecuencia: el stress.