Debido a que el niño se acostumbra a que alguien se anticipe a sus necesidades, vaga a la deriva, cansado y bostezando sin ninguna ambición real ni más energía que la necesaria para tomar lo que le dan. Tiene la seguridad de saber que siempre dependerá de sus padres. Hasta puede confiar en ser rescatado de sus propias decisiones. Los niños a quienes se les da demasiado aprenden a cambiar la libertad y la confianza en sus propios logros por el camino más fácil de la dependencia de sus padres.
Pero el resultado de esta dependencia es la inseguridad. Evitan todas las tareas que pueden exponerlos a ser vistos como alguien con pocas aptitudes. Quedan paralizados cuando tienen que tomar una decisión, no pueden fijarse objetivos, encontrar un trabajo más gratificante, ni siguiera llamar a un amigo para proponer una salida.
Enfrentan la vida con pasividad más que por cansancio por miedo como defensa para contrarrestar el sentimiento de incapacidad.
Todo lo anterior es creado por unos padres que muy incesantemente ofrecen demasiada ayuda, cantidades excesivas de amor, atención, dinero, tiempo. Los padres dan todo aquello que está a su alcance, privándolos de algo fundamental: la sensación de ser competente, la autoestima, el impulso para emprender algo, para no abandonar, para confiar en sí mismo.
Los niños que crecen en hogares en donde reciben diariamente abundantes bienes materiales y servicios que sus padres determinan “necesarios”, nunca llaman la atención de sus padres pues no necesitan hacerlo. No piden ni negocian por juguetes, ropa o dinero. Se establecen pocos límites y se niegan pocos deseos. Los padres dicen si cuando realmente quieren decir “no” hacen por sus hijos lo que éstos serían capaces de hacer por sí mismos. Estos padres creen que cuando más dan y guían, tanto más aman a sus hijos y más felices los hacen, pero en realidad lo que los hijos necesitan para desarrollar todo su potencial es:
Aceptación, respeto y tolerancia, libertad para explorar y tomar decisiones, alimentar fortalezas y aceptar limitaciones, sostener la creatividad, sentimientos de realización por los objetivos, sentimientos de utilidad (contribución), sentimientos de control de la vida, posibilidad de compartir sentimientos de pérdida, pesar o ira.
Hay un tiempo para que los padres nutran y mimen en los primeros años de vida, de lo contrario no se podría sobrevivir. Pero a medida que se crece la tarea de los padres debe de ser la de estimular la independencia y la reducción de la necesidad de ellos. Si se continúa mimándolos sin pretenderlo, se enseña a confiar en el talento de los demás en vez del propio; hace pasivos en lugar de activos, a mostrarse ansioso o deprimidos para que alguien los auxilie.
La experiencia infantil determina en gran medida el desenvolvimiento posterior de nuestra vida y la formación de la persona que somos en el presente. El sentimiento de ser competente en la infancia se convierte en la autoconfianza del adulto.
Recogido del sitio web:
No hay comentarios:
Publicar un comentario