miércoles, 5 de diciembre de 2012

LOS COMPONENTES DE LA SITUACIÓN PSICOTERAPÉUTICA


En el campo psicoterapéutico se ha aceptado en general que tales elementos  pueden agruparse en cuatro grandes categorías: el terapeuta (T), sujeto (S), la técnica de intervención (P) y el medio ambiente (M).
 
El componente T   (El  Terapeuta)
Al igual que todos los elementos de la situación terapéutica, “T”  constituye una dimensión extremadamente compleja, con relación a la cual se esta muy lejos de conocer incluso los rasgos más sobresalientes, como podría ser la influencia de la personalidad, de la orientación clínica, de la experiencia, de la edad, del sexo, de la posición socioeconómica y el entrenamiento recibido. Hay, ciertamente, decenas de investigaciones que intentan poner en claro uno u otro de los factores citados, pero las conclusiones son muy contradictorias, siempre vagas y no representan, en general, más que un punto de vista: el de la teoría definida por el investigador.
 
El origen de tales confusiones no es difícil de encontrar, si se examina un poco la historia de la psicoterapia: no hace mucho tiempo se aceptaba todavía la idea de un  terapeuta “pantalla”, es decir, completamente neutro, siempre igual así mismo y a los otros terapeutas de la misma orientación o escuela, quien no hacía más que “reflejar”, gracias a una técnica “precisa” y también uniforme, los pensamientos, actitudes, sentimientos y conflictos del paciente. Tal idea permaneció durante todo el tiempo que la psicoterapia mantuvo un status secreto, privado y un poco sacro, que debía por definición tener lugar a puerta cerrada; solo se llegaba a admitir la existencia de “variaciones sin importancia fundamental”, y cuando las diferencias comenzaban a hacerse demasiado evidentes, se anunciaban como cismas.
 
El mito se vino abajo gracias, principalmente a las investigaciones de Rogers y colaboradores; pero, por una extraña  dialéctica, la investigación actual continúa siendo víctima de un a priori que se ha abandonado a nivel teórico: la mayor parte de los trabajos actuales en este campo parecen considerar que los terapeutas son equivalentes porque pertenecen a la misma escuela.
 
El componente “S” (El sujeto)
Los conocimientos adquiridos hasta el presente sobre este elemento de la situación psicoterapéutica son , tal vez, un poco más específicos y  menos contradictorios de los que se poseen respecto del componente T; sin embargo, muchas fuentes de confusión impiden todavía la formulación de conclusiones netas y la proposición de generalizaciones válidas. En efecto, en este campo y esto es cierto también para los otros “componentes” la tendencia a revisar las investigaciones presuponiendo la uniformidad total de los sujetos que se han clasificado sobre una fórmula cualquiera (de tipo diagnóstico), refuerza la creencia según la cual todos esos sujetos reaccionaran de manera idéntica ante la terapia.
 
Es verdad que en la actualidad que el rol de ciertos factores y de ciertas características del sujeto se hace cada vez más claro; si ese rol se ve confirmado por estudios posteriores, será posible no solo formular hipótesis más precisas en cuanto la influencia del sujeto sobre el proceso terapéutico, sino que también será posible especificar las posibilidades de la aplicación de una u otra forma de terapia sobre tipos particulares de sujetos.
 
En todo caso, por el instante debemos plantear que ciertos problemas fundamentales como la precisión del diagnóstico, heterogeneidad de los sujetos en los estudios, la diversidad de rasgos, perturbaciones y comportamientos que se agrupan bajo la etiqueta de “neurosis”, deberán ser definidos y resueltos antes de iniciar la investigación que permitan ofrecer resultados relevantes.
 
El componente P (La Psicoterapia)         
En nuestra breve discusión de la definición de la psicoterapia, señalamos algunos de sus componentes esenciales; trataremos de determinar aquí con un poco más de precisión cuales son los elementos conocidos de este conjunto intrincado de variables y como se las ha manejado hasta el momento a nivel investigativo.
 
Anotemos en primara instancia que los nombres dados a los sistemas psicoterapéuticos “Psicoanálisis”, “Terapia centrada en el cliente”, “Terapia del comportamiento” no dan más que una idea muy grosera  sobre las técnicas empleadas en ellas; de hecho, esos nombres designan simplemente grandes tendencias y no verdaderas escuelas. Si en 1959 Harper se refería a 36 sistemas psicoterapéuticos, pensando que la lista no estaba completa, en 1971 Lazarus hablaba de más de 85. Es probable que en la actualidad haya más de 100, y eso sin incluir “métodos” como los de Miller y Bloomberg (1969). (“no terapias como métodos terapéuticos”), o el conjunto de recomendaciones cáusticas de Halley (1969), a propósito de las estrategias certeras para ser un fracaso como psicoterapeuta, ni la hipótesis de Bordatta (1959) sobre la “limboterapia”.
 
Así, cuando se examinan las inscripciones sobre la manera de poner en práctica, la “asociación Libre”, el “interrogatorio”, la “relación terapeuta paciente”, la “transferencia” o la “empatía”, es fácil constatar que estos nombres conceptuales designan un conjunto de procedimientos frecuentemente bien elaborados, cada uno de los cuales no constituyen una operación sino un todo de elementos interligados, hablar de la técnica “tal” en términos generales , ve la heterogeneidad de los procedimientos y reduce la precisión con la cual deben comunicarse la operaciones terapéuticas a otras personas ( por Urban, 1963).
 
Por otra parte aún como términos” psicoanálisis” o terapia “Rogeriana“ se encuentran asociados a conjuntos de procedimientos mas o menos precisos, no sucede lo mismo cuando se habla de “terapia gestáltica” o “terapia comportamental”: en la primera, la improvisación es de rigor, en la segunda se rechazan las técnicas “estándar” que llevarían de regreso al modelo médico; por lo demás, el término “terapia comportamental”  cobija  una extensa gama  de procedimientos altamente diferenciados, los mismos que dependen de mecanismos diferentes.
 
Subrayemos de paso que ninguna forma de terapia es “pura”, y que en realidad la casi totalidad de sistemas psicoterapéuticos es el producto de combinaciones “eclécticas” de principios y técnicas que se inscriben en contextos o en perspectivas filosóficas muy variadas. Sin embargo, al hacer un examen detallado de la situación, se descubre que el número de principios básicos y de mecanismos explicativos es bastante reducido, y que la incidencia de las infinitas perspectivas  filosóficas  dentro de las cuales se las inscribe, las mas de las veces tienen influencia mínima sobre su práctica.
 
El componente M (El medio ambiente)
Ninguno de los componentes de la situación terapéutica no es tan desconocida y permanece tan fuera de control de los investigadores como el medio ambiente del sujeto. En este contexto, el medio ambiente se compone de factores muy diversos y recubre un universo mucho más amplio que la misma psicoterapia; recubre todos los elementos, todos los sucesos de la vida del sujeto fuera de las horas de consulta terapéutica.
 
La reflexión más elemental pone en evidencia la influencia decisiva de este conjunto de factores sobre los resultados de la psicoterapia; parece incuestionable que tales resultados están  determinados y  condicionados en gran medida por las situaciones externas que vive el individuo.
 
Muy pocos autores se mostrarían dispuestos a negar la influencia del medio y de los eventos externos a la psicoterapia en la evolución y el desenlace de ésta; incluso se reconoce sin dificultad que, de una manera demasiado frecuente para ser fortuita, los cambios que el terapeuta atribuye a su intervención coinciden con cambios  importantes en el medio del sujeto; esto implica que, o bien los cambios eran inminentes en el momento en el cual el sujeto comenzó a buscar la ayuda o bien que la terapia le dio la “energía”  necesaria para afrontar un cambio que de todas maneras se habría producido. Sin embargo, el número de investigadores que tiene en cuenta estos hechos en la ejecución de sus trabajos es ínfimo. 
Escrito por : DANIEL QUEZADA REBAZA