jueves, 27 de diciembre de 2012

SER VALIENTE


Ser valiente es, principalmente, querer conocerse bien uno mismo para poder enfrentar los miedos o lo repetitivo de nuestras vidas; para poder encontrar qué nos daña y modificarlo si es posible. Y siempre es posible. Porque atascarse en la conformidad y en la resignación con el carácter de uno para repetir en círculos historias de vida no es más que amoldamiento y sumisión, y eso, desde luego, no es ser valiente.
 
Ser valiente es, para mí, reconocer que uno se equivoca, que uno comete errores, que uno falla. Enfrentarse a los fallos propios (y a los ajenos) y extraer conclusiones, disculparse ante quien haya sido afectado por ellos y procurar enmendar los resultados de nuestros yerros es una muestra de valentía de la que no todos pueden presumir.
 
Ser valiente es creer que uno es cobarde y, sin embargo, no desfallecer en la lucha cotidiana y enfrentarse a nuestros miedos, a nuestras heridas mal cicatrizadas, a nuestras dudas para seguir adelante.
 
Algunos creen que ser valiente es escoger el camino difícil. En ocasiones, la valentía viene dada precisamente por la capacidad de seguir en el sendero por el que vamos, sabiendo que sólo se puede caminar hacia adelante, que no es posible la vuelta atrás y que cualquier encrucijada no va a llevarnos antes a donde queremos llegar. Pero, puesto que en realidad tantos obstáculos inesperados podemos encontrarnos en el camino que creemos seguro, ¿no es ser valiente seguir en él y descubrir lo que nos ofrece? En otras, sí, debemos dar un giro, frenar y decidir si seguir el viaje por esta ruta o escoger otra que no sabemos dónde acaba. Ser valiente es, entonces, ser lo suficientemente perspicaz como para saber escoger la opción correcta; y si fallamos, volvemos al punto anterior, el de subsanar los errores.
 
Ser valiente no es meter la mano en la boca del león, sino ser capaz de hacer oídos sordos a los imprudentes que nos incitan a que lo hagamos, que nos espolean e intentan manejarnos a su antojo. Decir que no es mucho más valiente que decir que sí tantas veces.
 
Ser valiente es, creo, vivir la vida tomando decisiones de las que uno puede arrepentirse pero no lamentarse cuando lleguen los resultados; vivir con las cicatrices y las huellas que dejan los golpes; enfrentarse a cada nuevo día con nuevas esperanzas, aun cuando hubiese pocos motivos para ellos; levantarse tras cada caída, sacudirse el polvo de los pantalones y seguir caminando. Ser valiente no es no quejarse cuando haya motivos, sino hacerlo buscando soluciones. Ser valiente no es guardarse para uno su dolor si tiene quien le ayude a compartirlo, sino ser capaz de aceptar el abrazo y el afecto de quienes le quieren. Ser valiente es ser, a veces, orgulloso, y estar orgulloso de uno mismo. Ser valiente es vivir la vida mirándola de frente, enfrentándose a ella o dejándose mecer por ella en función de nuestras propias necesidades; conocer cuáles son, claro, y tomar decisiones arriesgadas. Ser valiente es, en fin, vivir. 
Escrito por : MILAGROS BAZÁN LÉVANO