domingo, 9 de diciembre de 2012

COMPLEJO DE EDIPO


El nombre deriva de la tragedia de Sófocles denominada Edipo Rey, cuya trama consiste en que  Edipo, sin saber quienes eran,  mata a su padre y se casa con su madre. Al enterarse de la verdad, horrorizado, se arranca lo ojos.
 
Freud asume que esta situación triangular entre el niño y ambos progenitores es universal y está condicionada por la erogeneidad propia de la etapa fálica.
 
El niño desarrolla una relación ambivalente con respecto a su padre; lo quiere y admira por su poder y sus posesiones, pero al mismo tiempo lo envidia y su propia excitación sexual ligada a los cuidados maternos hace que tome a ésta o sus  sustitutas  como objeto erótico, lo cual conduce a tomar al padre como rival y generar odio hacia él. Sus propias prácticas masturbatorias  -fácticas o en fantasía-  aunadas a su odio proyectado en su padre conduce al niño a desarrollar una compleja trama de emociones, cogniciones y fantasías que se traducen en la denominada angustia de castración. El niño teme ser despojado de aquello que valora y de lo cual se siente orgulloso.
 
La consecuencia normal  adaptativa   es que el niño reprima sus deseos incestuosos y se identifique con el padre –‘cuando sea grande seré como él’- . Así, pues, la angustia de castración determina la salida del Complejo de Edipo, la identificación con el padre configura el núcleo del Super yo, la libido se inhibe en su fin y se transforma en ternura.
 
Empero, la solución  puede no ser armónica y tener consecuencias indeseables: estas son las vicisitudes edípicas. Así, el temor al padre puede conducir al niño a adoptar una actitud pasiva, semejante a la que atribuye a su madre. Ello, a su vez, puede traducirse posteriormente en una actitud  desafiante contra todos los hombres que representen autoridad; su necesidad de amor puede llevarlo a establecer relaciones de dependencia con respecto a las mujeres.
 
En otros casos, el niño reprime su inclinación fálica, intensifica su amor hacia el padre y experimenta una regresión pregenital, pasiva. Esto constituye el Complejo de Edipo Negativo, el mismo que puede conducir a la homosexualidad.
 
En la niña, el Complejo de Edipo sigue un camino inverso: es la angustia de castración o, más propiamente, la envidia del pene  la que determina el ingreso a dicho complejo. 
 
La niña observa que existe un trato diferencial con respecto al varón y gradualmente va descubriendo la diferencia entre los sexos. Asume que ella también tenía falo pero lo perdió, o que a semejanza de su madre tampoco tiene uno. Ello conduce a un afán compensatorio a través de la masturbación clitoridiana, el rechazo a la madre como objeto amoroso y la intensificación de su deseo libidinal por el padre.
 
En circunstancias normales la niña habrá de identificarse con la madre, abandonar el erotismo activo-clitoridiano y sustituirlo por el goce pasivo-vaginal. En la mente infantil la ausencia de pene será compensada con la expectativa de tener un bebe.  Con ello se establecerá las bases para abandonar la situación edípica.
 
Sin embargo, en ocasiones la angustia de castración da lugar a una "protesta viril", niega su ausencia de falo, adopta actitudes masculinas y se torna dominante y agresiva, pudiendo asumir una identidad homosexual, es este el Complejo de Edipo Negativo femenino.
 
Se pueden presentar variantes de la fijación a la etapa edípica. Por ejemplo, el hombre o la mujer  -ya adultos- pueden tender a establecer situaciones triangulares en sus relaciones de pareja; una mujer puede inclinarse a ‘elegir’ como pareja a personas significativamente mayores, o puede asumir actitudes protectoras  -maternas-  con varones débiles o dependientes; igualmente, un hombre puede establecer una disociación entre los componentes eróticos y  tiernos de la sexualidad: reserva sus sentimientos de ternura y admiración para las mujeres que no lo excitan sexualmente y se siente potente y excitado ante  las mujeres por las que no siente ningún respeto ni afecto. 
Escrito por : DANIEL QUEZADA REBAZA