martes, 19 de febrero de 2013

LOS LÍMITES EN LA ADOLESCENCIA


El objetivo fundamental de los límites es asegurar la seguridad y la salud del niño, pero también persiguen estabilizar y proporcionar un determinado orden y estructura en la dinámica diaria, así como poder llevar un sentido de vida coherente. Por otra parte, los límites ayudan en la construcción de la personalidad del niño o adolescente, ya que conllevan el desarrollo de aspectos como la voluntad, la tolerancia a la frustración, el aplazamiento de las satisfacciones, tener en cuenta los derechos de los demás, etc.
 
Con el paso de los años, y más especialmente en la adolescencia, será también normal que aumente el cuestionamiento de las normas y límites por parte del chico. El adolescente necesita poner en duda el modelo propuesto por sus padres y eso forma parte de su desarrollo y de la progresiva construcción de su personalidad.
 
¿Cómo poner límites? 
Es importante poner límites sólo en aquellos temas que se consideren realmente importantes. Es preferible que existan pocos límites, bien definidos y en los que se pueda mantener una coherencia a que se establezcan muchos límites ambiguos o variables, que llevarían a la confusión y perderían su utilidad.
 
Antes de transmitir los límites a los hijos, es importante que los padres hayan acordado y estén convencidos sobre lo que van a pedir a los niños.
 
A la vez, los progenitores deben haber decidido de antemano y de mutuo acuerdo qué consecuencias tendrá el hecho de que su hijo no cumpla un determinado límite o norma, comunicándoselo al niño.
  • Hay que expresar  reconocimiento y gratitud cuando el niño se comporta como se le ha pedido y ha respetado una norma o límite que se le había propuesto (por ejemplo, si ha llegado a casa a la hora acordada).
  • Una vez establecido un límite hay que mantenerlo, siendo constantes en el tiempo  y coherentes, porque si se aplica arbitrariamente creará confusión. Un niño necesita sentir que sus padres saben lo que le piden y lo que le permiten y, además, que se lo transmiten con seguridad.
  • El clima emocional debe ser afectivo y cordial. Establecer un límite no tiene que suponer tensión, gritos o agresividad, ni debe plantearse como una amenaza o un castigo. Tampoco es aconsejable entrar en discusiones o luchas de poder con los hijos, ni perder el control ante ellos.
  • Es necesario fomentar una buena comunicación, estando dispuestos a revisar y flexibilizar la validez de los límites con el paso del tiempo y los avances del niño (sobre todo los relacionados con la hora de llegada a casa, la hora de acostarse, etc.).
  • Los padres deben ser modelos válidos a seguir para los hijos. No es aconsejable pedir algo a un niño que alguno de los progenitores no es capaz o no está dispuesto a  cumplir (por ejemplo no se le puede pedir que no grite si alguno de los padres suele hacerlo habitualmente).
Publicado por : CARMEN FLORES DE LA CRUZ